miércoles, 30 de mayo de 2007

Incendio de Santander

El destrozo de gran cantidad de edificios y construcciones, muchas importantes para el funcionamiento de la ciudad, fue el mayor daño a simple vista que sufrió Santander aquel fatídico 15 de Febrero de 1941. Sin embargo, el viento y el fuego también acabaron con muchas ilusiones y destrozaron el ánimo de los ciudadanos. Más allá de los heridos y los desalojos, la perdida de los hogares de gran parte de la población y la incertidumbre ante una catástrofe jamás vista, hizo que los ciudadanos se sintiesen extraños en su propia ciudad. Muchos dejaron atrás sus casas, objetos y recuerdos con un alto valor emocional. Mas y mas lejos huyendo del avance del fuego. Santander había sido una de las ciudades menos golpeadas por la Guerra Civil en cuanto a destrucción material, pero la batalla, sea como fuere, dentro de una guerra, fue dura para la población en todos los aspectos. Además, el nuevo orden impuesto, con gran presencia militar, no era agradable para el ciudadano y menos ver como el mundo volvía a utilizar las armas y la guerra para solucionar sus diferencias. La pequeña visión optimista que podía tener el santanderino, se pudo cerrar aquella noche del 15 de febrero. Sin embargo, levantó la cabeza y todos los ciudadanos dieron un ejemplo de comportamiento ante la crisis. La solidaridad, ante la imposibilidad de ayuda exterior, mostrada entre semejantes y nunca antes mas semejantes, paisanos y vecinos. Las familias y vecinos se amontonaban en las aceras con los bienes que habían podido salvar o los que habían sido avisados con tiempo, incluso con muebles y colchones. Pero no se mantenían impasibles. Cientos de voluntarios ayudaban a las autoridades a desalojar las casas y apagar los fuegos. Todo aquel que su casa se encontraba en buen estado acogía tanto a familiares y amigos como a vecinos o desconocidos que se encontraban en su calle y que habían perdido su hogar. Cada inquilino tenía que ayudar, junto a los llamados jefes de casas, a arreglar los tejados lo antes posible. Todo y todos eran válidos para intentar sofocar el fuego y minimizar la catástrofe. Las mujeres y los niños, como siempre en estos casos, eran los más ayudados por todos los ciudadanos.

Se salvó a una mujer de un edificio en llamas agotada por los dolores del parto y otra fue ayudada para dar a luz en plena calle, sobre un colchón. Otros, presos de los nervios salvaban objetos apenas sin valor, pudiendo haber salvado otros con mas valor sentimental y económico.

Crónica llena de anécdotas que se quedaron en meras anécdotas, hoy en día recordadas con curiosidad por la población, pero que pudieron ser nefastas si hubiese habido fallecidos o heridos de gravedad

No hay comentarios: